lunes, 26 de febrero de 2007

La chute















Y así es la vida. O así son las cosas. "And so it is", que diría el de Celbridge. Una acción forutita y todos tus planes se ven trastocados.
Raras veces las cosas salen como uno espera. Y eso suele doler, más o menos, según las situcaciones, pero suele doler. No obstante, el dolor se agudiza cuando ya todo parece encarrilado, cuando ya prácticamente no queda nada para completar las cosas como uno espera, y entonces las cosas se tuercen, por una acción fotuita. Y tienes que cambiar unas cuentas cosas que parecían cerradas desde hace días. Son las cosas del destino.
Así, al menos, os presento a mis nuevas amigas, que espero que me acompañen lo mínimo posible, junto con mi mala pata.

sábado, 24 de febrero de 2007

Salir

Me gusta despertarme tarde después de haber salido por la noche y habérmelo pasado bien.

No me gusta despertarme tarde (tampoco temprano) después de haber salido y no habérmelo pasado bien.

sábado, 17 de febrero de 2007

Extractos de El perfume

Extracto primero.

"El bastardo de Pélissier poseía sin duda a los treinta y cinco años una fortuna mayor de la que él, Baldini, había logrado amasar después de tres generaciones deperseverante trabajo. Y la de Pélissier aumentaba día a día, mientras la suya, la de Baldini, disminuía a diario. ¡Una cosa así nohabría podido ocurrir nunca en el pasado! Que un artesano prestigioso y commerçant introducido tuviera que luchar por su mera existencia no se había visto hasta hacía pocas décadas. Desde que el frenético afán de novedad reinaba por doquier y en todos los ámbitos, ¡sólo se veía esta actividad incontenible, esta furia por la experimentación, esta megalomanía en el comercio, en el tráfico y en las ciencias!
¡Y la locura de la velocidad! ¿Para qué necesitaban tantas calles nuevas, que se excavaban por doquier, y los puentes nuevos? ¿Para qué? ¿Qué ventaja tenía poder viajar a Lyon en una semana?¿A quién le importaba esto? ¿A quién beneficiaba? ¿O cruzar el Atlántico, alcanzar la costa americana en un mes? Como si no hubieran vivido muy bien sin este continente durante miles de años! ¿Qué se le había perdido al hombre civilizado en lasselvas de los indios o en tierras de negros? Incluso iban a Laponia, que estaba en el norte, entrehielos eternos, donde vivían salvajes que comían pescado crudo. Y ahora querían descubrir unnuevo continente, que por lo visto se hallaba en los mares del sur, dondequiera que estuviesen éstos. ¿Y para qué tanto frenesí? ¿Porque lo hacían los demás, los españoles, los malditos ingleses, los impertinentes holandeses, contra quienes se libraba una guerra cuyo coste era exorbitante? Nada menos que 300.000 libras —pagadas con nuestros impuestos— costaba un barco de guerra, que se hundía al primer cañonazo y no se recobraba jamás. Ahora el señor ministro de Finanzas exigía la décima parte de todos los ingresos, lo cual era ruinoso aunque no se pagara, porque el estado de ánimo general era de por sí nocivo.
La desgracia del hombre se debe a que no quiere permanecer tranquilo en su habitación, que es su hogar. Esto lo dice Pascal. Pero Pascal fue un gran hombre, un Frangipani del espíritu, un verdadero artesano, y hoy en día nadie pregunta a estos hombres. Ahora se leen libros subversivos de hugonotes o ingleses, o se escriben tratados o las llamadas grandes obras científicas en las quetodo se pone en tela de juicio. Ya no sirve nada; de improviso, todo ha de ser diferente. En un vaso de agua tienen que nadar unos animalitos que nadie había visto antes; la sífilis ha de ser una enfermedad muy normal y no un castigo de Dios; Dios, si es que fue l quien lo creó, no hizo el mundo en siete días, sino en millones de años; los salvajes son hombres como nosotros; educamos mal a nuestros hijos; y la tierra ya no es redonda como hasta ahora, sino ovalada como un melón... ¡como si esto importara algo! En todos los terrenos se hacen preguntas, se escudriña, se investiga, se husmea y se experimenta. Ya no basta decir que una cosa existe y describirla: ahora todo tiene que probarse, y mejor si se hace con testigos, datos y algunos experimentos ridículos. Todos esos Diderot, D'Alembert, Voltaire y Rousseau, o como se llamaran aquellos escritorzuelos —¡entre los cuales había incluso clérigos, y caballeros nobles, por añadidura!— la han armado buena con sus pérfidas inquietudes, su complacencia en el propio descontento y su desprecio por todo lo del mundo, ¡contagiando a la sociedad entera el caos sin límites que reina en sus cerebros! Dondequiera que uno dirigiese la mirada, reinaba el desenfreno. La gente leía libros, incluso las mujeres. Los clérigos se metían en los cafés. Y cuando la policía intervenía y encerraba en la cárcel a uno de aquellos canallas, los editores ponían el grito en el cielo, elevando peticiones, y encumbrados caballeros y damas hacían valer su influencia hasta que lo dejaban libre a las dos semanas o le permitían marchar al extranjero, donde podía seguir pergeñando panfletos con total impunidad. En los salones sólo se hablaba de trayectorias de cometas y expediciones, del principio de la palanca y de Newton, de construcción de canales, circulación de la sangre y diámetro de la tierra.
Incluso el rey se dejó presentar un disparate ultramoderno, una especie de tormenta artificial llamada electricidad: en presencia de toda la corte, un hombre frotó una botella, haciendo surgir chispas, y los rumores decían que el rey se mostró muy impresionado. ¡Era inimaginable que su bisabuelo, el Luis realmente grande bajo cuyo próspero reinado Baldini había tenido la dicha de vivir muchos años, se hubiera prestado a sancionar una demostración tan ridícula! ¡Pero tal era el espíritu de los nuevos tiempos, que a la fuerza terminarían muy mal!
Porque cuando sin la menor vergüenza ni inhibición se desafiaba la autoridad de la Iglesia de Dios; cuando se hablaba sobre la monarquía, igualmente bendecida por Dios, y de la sagrada persona del rey como si fueran ambos puestos variables en un catálogo de otras formas de gobierno que uno pudiera elegir a su capricho; cuando, finalmente, se llegaba tan lejos como para afirmar con toda seriedad que el Dios Todopoderoso, el Supremo Hacedor, no era imprescindible y el orden, la moral y la felicidad sobre la tierra podían existir sin l, con la mera ayuda de la moralidad innata y la razón humana... ¡oh, Dios, Dios!... entonces no era de extrañar que todo se trastocara y las costumbres se deterioraran y la humanidad hiciera recaer sobre sí la justicia de Aquél de quien renegaba. Las cosas terminarían muy mal. El gran cometa de 1681, del que se habían mofado, describiéndolo como sólo una lluvia de estrellas, fue sin duda alguna un aviso divino, pues anunció —ahora se sabía— un siglo de desmoralización, de caída en un pantano intelectual, político y religioso, creado por el hombre, en que la humanidad se precipitaría y en el cual sólo prosperarían malolientes plantas palustres como el tal Pélissier."

Extracto segundo.

"Y aunque sabía que debería pagar un precio terriblemente caro por la posesión de aquella fragancia y su pérdida inevitable, tanto la posesión como la pérdida se le antojaron más apetecibles que la lapidaria renuncia a ambas. Porque durante toda su vida no había hecho más que renunciar, pero nunca había poseído y perdido.
Poco a poco se le esfumaron las dudas (...) Sin embargo, Grenouille no habría sido Grenouille si un sentimiento fatalista y heroico le hubiera satisfecho durante mucho tiempo. Poseía para ello una personalidad demasiado tenaz, un temperamento demasiado retorcido y un espíritu demasiado refinado. De acuerdo... había decidio poseer la fragancia (...). Y si al cabo de pocas semanas la perdía (...) no le importaría. Sería mejor, sin embargo, (...) continuar en posesión del perfume, o al menos aplazar todo lo posible su pérdida. Había que hacerlo durar más. Había que eliminar su volatilidad sin arrebatarle sus cualidades... un problema de perfumería."

Extracto tercero.

"Tuvo una horrible sensación porque no podía disfrutar ni un segundo de aquel triunfo. (...) En aquel instante volvió a invadirle la enorme repugnancia que le inspiraban los hombres y ésta le amargó el triunfo hasta tal extremo, que no sólo no sintió ninguna alegría, sino tampoco el menor rastro de satisfacción. Lo que siempre había anhelado (...), le resultó insoportable en el momento de su triunfo (...) Y supo de repente que jamás encontraría satisfacción (...)"

El perfume

Escrito por el bávaro Patrick Süskind, este libro nos cuenta la historia de Jean-Baptiste Grenouille, un peculiar personaje dotado de un don que ningún otro ser humano posee: un olfato súperdesarrollado. Agraciado con este don, el propio Grenouille decide sacarle provecho y pretende llegar a ser el mejor perfumista del mundo. Se decide a aprender todo lo posible sobre el oficio para poder expresar los olores que lleva dentro, de la misma forma que un compositor musical se expresa mediante la creación de obras musicales. Pero poseer tan formidable don no será nada fácil para el bueno de Grenouille, consciente de su don, pero también de las implicaiones que éste tiene en su vida.
La obra no sólo nos narra la historia de Grenouille, sino que también intenta retratar un poco la sociedad del siglo XVIII en Francia, el ambiente que se respira en París (y nunca mejor dicho) y en otras ciudades donde transcurre la narración.
Por momentos la narración es muy fluida. Pero lo que más destaca son, sin duda, ciertas descripciones en las que el autor se recrea, pero que hacen parecer que el libro que uno tiene entre sus manos emane olor... el mismo que es descrito en las páginas del libro.
A pesar de todo, el libro no me convence del todo, cosa que me suele pasar con la mayoría de libros que leo. Hay partes que no encajan del todo. Pequeñas, sí, pero que hacen que no consiga disfrutar del todo la lectura si pienso sobre ellas. Pero claramente lo recomendaría a quien tenga unas pocas horas libres, ya que no es, para nada, largo. Y, sin duda, engancha.


jueves, 15 de febrero de 2007

Qué suerte he tenido de nacer

Qué suerte he tenido de nacer,
para callar cuando habla el que más sabe,
aprender a escuchar, ésa es la clave,
si se tiene intenciones de saber.

Qué suerte he tenido de nacer,
y lo digo sin falsos triunfalismos,
la victoria total, la de uno mismo,
se concreta en el ser y en el no ser.

Qué suerte he tenido de nacer,
para cantarle a la gente y a la rosa
y al perro y al amor y a cualquier cosa
que pueda el sentimiento recoger.

Qué suerte he tenido de nacer,
para tener acceso a la fortuna
de ser río en lugar de ser laguna,
de ser lluvia en lugar de ver llover.

Qué suerte he tenido de nacer,
para comer a conciencia la manzana,
sin el miedo ancestral a la sotana
ni a la venganza final de Lucifer.

Pero sé, bien que sé...
que algún día también me moriré.
Si ahora vivo contento con mi suerte,
sabe Dios qué pensaré cuando mi muerte,
cuál será en la agonía mi balance, no lo sé,
nunca estuve en ese trance.

Pero sé, bien que sé...
que en mi viaje final escucharé
el ambiguo tañir delas campanas
saludando mi adiós, y otra mañana
y otra voz, como yo, con otro acento,
cantará a los cuatro vientos...

Qué suerte he tenido de nacer.

Alberto Cortez.

martes, 13 de febrero de 2007

El autobús

Cómo jode cuando pillas el autobús justo de tiempo para llegar a algún lado y, por culpa de los coches aparcados en doble fila, no llegas a la hora que deberías, dado que el autobús no puede pasar. Pero bueno, te lo tomas con calma y empiezas a curiosear las reacciones de la gente. Todo empieza con protestas en alto clamando al cielo, pero con un objetivo: aliarse con los demás pasajeros para hacer frente a la amenaza común: el/la conductor/a del coche mal estacionado. Después de esa primera fase, empieza la segunda: los pasajeros se sienten uno en contra del enemigo común. Empiezan a establecer conversaciones vacías que sólo persiguen poder liberar un poco de tensión ante la amenaza que les está retrasando. Y entonces es cuando llega el mejor momento: entra en escena el conductor del coche mal estacionado. Bueno, en los dos casos que me han afectado esta semana (sí, estamos a martes) han sido conductoras. Y aquí es cuando los dos casos divergen: el lunes conducía el autobús una mujer. Hoy martes, no.
Y a pesar de lo que estáis pensando, os voy a contar lo que pasó. El lunes la conductora del autobús, después de soltar unos cuantos improperios y quedarse a gusto (al parecer no lo suficiente) vio cómo se acercaba la conductora del coche y rápidamente dijo "Mujer tenías que ser". Yo flipé. Una mujer que le diga eso a otra. En fin. Después de instarle a que moviese el coche siguió en su línea de improperios. Pero la pobre conductora no podía entrar en el coche porque tenía por el lado del volante el autobús impidiéndole la entrada y, por el otro, un contenedor. "¿Tú ves la cola que tengo detrás? No puedo mover el autobús porque tendrían que despalazarse todos los coches para atrás. Arréglatelas como puedas" Total, que al final tuvo que rayar un poco la puerta para poder entrar en el cohe.
Y hoy, bueno, lo de la conductora del ¿coche? (era uno de estos que no hace falta el carné para pilotarlos, un ciclomottor con cuatro ruedas) tiene delito. Después de las fases uno y dos, llegó la tercera: apareció la conductora. Y directamente se fue a hablar con el conductor del autobús que, muy amablemente la trató. Y la excusa fue "es que es la primera vez que uso el cohe, lo acabo de comprar, y ese piloto que estaba rojo me acaban de decir que era que el coche estaba en la reserva, pero yo no lo sabía. Así que tengo que ir a buscar gasolina". A lo que sigió la fase cuatro (fase que no existió el lunes porque todo lo que había que decir ya lo hizo en ese caso la conductora del autobús): gritos, de hombre en su mayoría, poniendo a parir a la mujer.
Eso sí, una vez acaban estas situaciones, notas que te jode llegar tarde, porque, básicamente, eres una persona a la que no le gusta llegar tarde a los sitios.

viernes, 9 de febrero de 2007

La baldosa de la acera

Cómo jode ir por la calle el típico día de lluvia y pisar esa baldosa de la acera que parece que no tiene ningún defecto... pero sólo parece. Porque está ahí, expectante, con una buena cantidad de agua almacenada debajo, sin que la veas, oculta como un tesoro. Y está ahí, esperando a que la pises y te salpique el agua que tiene en sus entrañas por encima de tus zapatos o incluso al pantalón. Pero, sobre todo, está esperando a que después de que te mojes te cagues en todo. Y mucho mejor si realmente te cabrea esa situación. Porque entonces es cuando te desafía para la próxima vez que pases por ahí. Y tanto mejor se cuando llevas ese calzado no precisamente adecuado para el agua, ¡ah! Ahí sí que se lo pasa bien, y se ríe de ti. Y tú no puedes hacer nada por evitarlo...

miércoles, 7 de febrero de 2007

Vientos de agua

Creada y dirigida por Juan José Campanella, esta serie de 13 capítulos narra diferentes historias personales, todas con un nexo en común: la emigración (o la inmigración, dependiendo desde que lado se mire). Y tiene lugar en dos periodos de tiempo distintos, uno que empieza antes de la Guerra Civil y otro que transcurre en la actualidad. La serie está protagonizada por Ernesto Alterio, Héctor Alterio y Eduardo Blanco. Aunque hay muchos actores y actrices que tienen papeles muy muy relevantes. Héctor Alterio y Ernesto Alterio son el mismo personaje, uno en el tiempo pasado (Ernesto) y el otro en el presente.
La serie fue cortada por baja audiencia, después de ser estrenada por Telecinco. Y toda la gente con la que he hablado sobre la serie me ha dicho que es muy aburrida, que es normal que no tuviese éxito. Bueno, pues entonces el raro soy yo. A mí me ha parecido una serie muy cuidada. Empezando por el guión y por cómo se van sucediendo los acontecimientos y terminando por cómo está rodada y la apariencia en pantalla. Cuanto más avanzaba la serie más buena me parecía. Y hay capítulos que me han parecido muy bien logrados. No sé, ya digo que el raro he de ser yo. Pero yo recomendaría esta serie, sobre todo por el cambio radical que supone con respecto a la oferta actual: series estadounidenses, casi todas cortadas por el mismo rasero, o series nacionales, que también tienen todas ellas, de una manera u otra, unas formas comunes. En cambio, Vientos de agua, nos presenta los acontecimientos de una manera distinta. Más que una serie se puede decir que es una película dividida en capítulos de unos 75 minutos. Y todo ello aderezado con momentos de humor... y también con momentos muy tiernos... y también con momentos muy duros... y también con momentos muy agradables... y también con momentos muy realistas...
Aparte de los tres protagonistas que he citado, hay muchos otros actores y actrices conocidas. De entre las actrices desconocidas me veo obligado a citar a Bárbara Goenaga. Mujer que me parece extraoridinariamente guapa. Pocas veces me pasa lago así: ver a una mujer que aunque sé que a muchas otras personas seguro que no les parece excesivamente guapa, a mí me parece de una gran belleza. Una belleza simple, diferente a lo habitual. Una belleza que no empalaga, como tantas otras bellezas. Una belleza tan simple que hacía que no pudiese apartar la vista de la pantalla. Y eso que en la serie salen muchas otras actrices guapas. Pero esta se ha llevado la palma. Un descubrimiento. Y algo así merecía ser citado.
En definitiva, la serie me ha parecido exquisita en la forma, y con un fondo más que interesante.
Una escena de mediados de temporada...

martes, 6 de febrero de 2007

Descubrir

Me gusta descubrir música que todavía no haya escuchado.

No me gusta que haya tanta música por descubrir, porque es imposible descubrirla toda.

lunes, 5 de febrero de 2007

Campeones














Este fin de semana el Club Ourense Baloncesto se ha procalamado campeón de la Copa LEB-2, derrotando en semifinales al anfitrión y actual segundo clasificado en liga, el Rosalía de Santiago, y en la final al actual líder de la competición, el Ciudad de La Laguna CB Canarias. Impresionante el acierto desde la línea de tres puntos tanto en semifinales como en la final. Por encima del 50%, para enmarcar. Y todo ello sin ningún extranjero en la plantilla. ¿Qué pasará cuándo se refuercen con dos extranjeros? Pues el ascenso a LEB.
Predicción: Diego Aníbal Guaita acabará por jugar en ACB.

viernes, 2 de febrero de 2007

Monochrome

Hace unas tres horas y media iba yo en el coche por el medio de la ciudad, ventanillas bajadas, música a un volumen notable. Sonaba Yann Tiersen. Concretamente, Le Phare. Más conretamente, Monochrome. En un semáforo se coloca a mi lado el típico coche tuneadísimo. Dentro, tres personas. El conductor, un chico que no tendría más edad que yo. De copiloto, una chica: ¿su novia? Detrás, otra chica. Muy guapa. Me mira. La miro. Sonríe. Miro para el conductor, que me mira con cara de no muy buenos amigos. Tiene la ventanilla subida. Pero está escuchando Monochrome, seguro. Mira a su salpicadero. De repente empieza a sonar dentro de su coche una ¿música? estridente y repetitiva, a más volumen que la mía. Me vuelve a mirar con la misma cara de antes, mientras menea la cabeza adelante y atrás, como una paloma cuando se desplaza por tierra. Se me escapa una risa. Giro la cabeza y miro al frente. "Tú te lo pierdes, chaval".


Y la versión en directo, incluida en el disco C'etait ici.

jueves, 1 de febrero de 2007

Instantes

Si pudiera vivir nuevamente mi vida,
en la próxima trataría de cometer más errores.
No intentaría ser tan perfecto, me relajaría más.
Sería más tonto de lo que he sido;
de hecho tomaría muy pocas cosas con seriedad.
Sería menos higiénico.
Correría más riesgos, haría más viajes, contemplaría
más atardeceres, subiría más montañas, nadaría más ríos.
Iría a más lugares adonde nunca he ido, comería
más helados y menos habas, tendría más problemas
reales y menos imaginarios.
Yo fui una de esas personas que vivió sensata y prolíficamente
cada minuto de su vida; claro que tuve momentos de alegría.
Pero si pudiera volver atrás trataría de tener
solamente buenos momentos.
Por si no lo saben, de eso está hecha la vida, sólo de momentos;
no te pierdas el ahora.
Yo era uno de esos que nunca iban a ninguna parte sin termómetro,
una bolsa de agua caliente, un paraguas y un paracaídas;
Si pudiera volver a vivir, viajaría más liviano.
Si pudiera volver a vivir comenzaría a andar descalzo a principios
de la primavera y seguiría así hasta concluir el otoño.
Daría más vueltas en calesita, contemplaría más amaneceres
y jugaría con más niños, si tuviera otra vez la vida por delante.
Pero ya tengo 85 años y sé que me estoy muriendo.

Jorge Luis Borges.