jueves, 19 de abril de 2007

La toalla

Cómo odio cuando salgo de la ducha y me dispongo a secarme y me doy cuenta de que se me ha olvidado coger la toalla para tenerla a mano. Y entonces viene lo peor: una acción que tiene como resultado dos consecuencias nefastas. La primera, obvia, tener que salir en pelotillas con lo calentito que se estaba y, por consiguiente, perder todo el gustito acumulado. La segunda es tener que ir a coger la toalla (peor cuando la tienes colgada porque pusiste la lavadora y se te olvidó recogerla) hasta donde esté y, de este modo, mojar todo, lo que conlleva tener que secar y limpiar todo después.
Pues eso, que cómo lo odio (también cuando me doy cuenta de esto mientras me ducho, porque así ya no disfruto totalmente de la ducha, aunque al menos me voy mentalizando, y el shock no es tan grande).

2 comentarios:

Anónimo dijo...

...un chok tremendo...yo a veces me doy cuenta de que me la he dejado colgada lejos de la ducha, y para no mojar el suelo hago una acrobacia, me resbalo y me da un tirón por la violencia de mis actos...
...hoy espío tu blog...es lo que tiene ser un efecto secundario sin registrar...

Javier Das dijo...

jajajajjajjajajaja...

..tremenda putada, sí señor...