domingo, 4 de marzo de 2007

Après la chute















Sin el vendaje las cosas se vuelven a ver distintas. Realmente se vuelven a ver distintas desde el día en que se pueden dejar las muletas a un lado. Bueno, en realidad se ven distintas porque aquí todo es distinto. La gente, las calles, las casas, los autobuses, tu manera de ver la vida...todo eso cambia en un abrir y cerrar de ojos.
Como cuando vas a registrarte al ayuntamiento y un energúmeno agrede a una funcionaria y sale corriendo mientras grita a saber lo qué. En medio del desconcierto empieza a sonar la alarma de incendios. Y tienes que abandonar el edificio. Rápidamente llegan los bomberos y una ambulancia. Visto que no había pasado nada, todo se reanuda con total normalidad.
O como cuando vas por la calle y ves que realmente no has visto mundo, que en tu país no hay un ambiente multicultural como en este.
O como cuando sales por primera vez por la noche con una zapatilla en un pie y una bota en el otro, y te das cuenta que quizá es eso lo que atrae a un hombre de mediana edad a intentar algo contigo.
O como cuando antes de salir te pasas tres horas en una habitación de una persona que acabas de conocer precisamente entrando en su habitación, y con una decena de personas más que conociste apenas veinticuatro horas antes y te lo pasas como hacía tiempo que no lo hacías.
O como cuando en esa habitación bebes más cerveza de la que nunca en una noche has bebido.
O como cuando... o como cuando... o como cuando...

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